Añadiendo


Esta ternura y las manos libres, dice todavía Lucas en boca del belga. Qué me espera todavía. Cuánta inclemencia para alguien que no puede con su ansiedad. Y me río ironías aparte: yo que creía que las palabras me alcanzaban. Ofuscado, ternura, dulzura. No tengo más que darte las gracias. Y sin embargo (irónica la vida) tengo tanto para darte. Y te gustaría tanto, tanto.
Soy tan suave dijiste. Qué paredes ásperas tendrá tu casa, qué pieles viles te habrás topado para decir semejante parcialidad. No importa, a mi me encantan tus halagos. Desdichas o conveniencias. Suerte y verdad. Elegí el camino más corto y mostrándote mi cobardía me escondí entre lo que me acompaña, y desde hace rato te espío sin saber que cara pondría si me descubren tus ojos. Perdón, gracias, por favor. Qué más. No vas a conocer alguien tan correcto nunca. No vas a conocer alguien tan ambiguo, débil y orgulloso. Si nací para amarte, alguien me tiró a la tierra antes para ponerme a prueba y ahora, hoy, mi terrible lógica pura me puso de espaldas y me alejó de la vida con feedback y del retorno a la generación que no es mía, y que es tuya y que es tan enérgica.
Fascinado y vencido sigo adelante. El camino es más fácil con el fruto de mi carne bajo mi responsabilidad y él es mi cometido. Y me conforma eso sí habértelo confesado. Su felicidad y mi falta de arrojo. Su reír cada mañana me colma. Colma, ahora que lo pienso, esa sería otra palabra que me podrías haber enseñado. Pero entonces Ternura. Y después, más adelante, Ofuscado. Y además Perturba, y después tus ojos de gato. Y el perfil resoplando y de costado, espiando, mejilla a mejilla, como si las caras no cupieran en un mundo que no nos dio una palabra para definirnos. Soplidos sí, como la película, ¿recordas? Ese fue el detalle que me mostró tu humor sanador, necesario.
Qué me falta. Ah, sí. Y la risa, y los recuerdos. Fumamos sobre escritorios, nos escondimos del mundo, desafiamos las leyes, contradecir lo que recomiendan, y la muestra de arte, seguro te acordás, y escucharnos tantas veces el uno al otro nuestros latidos incitados. Me late dijiste. Me siento mas fuerte, mas libre te dije. La libertad es lo mejor que me diste, nunca te lo dije seguro. Espero no la reclames nunca. Que pena es no saber encajar, que pena es no poder reír todavía. Pero ya vendrá, ya vendrá.
No es Jack Daniels, es púrpura o inquieto lo que tomo, el vaso traspirado. No se ni lo que digo cuando tomo en el vaso grande. El vidrio se escarcha, el tiempo se derrite como el hielo que recién estaba y ya no. Me hubiera gustado un hermano que me contara de los abismos. Me hubiera gustado ser otro yo. O menos exigente con el ser tan estúpido y sensible que me tocó ser.
Un auto estaciona en tu puerta y tiene los vidrios negros y automáticos, y la libertad que yo no pude sacar de una galera gastada y ofrecértela cada vez que la necesitabas. Sos demasiado perfecto pero te quiero en las cosas simples. Llorarte sería estúpido. Me pelearía con el mundo por vos me dijiste. Y yo tan mínimo, tan poco. Que mal me sentí. Merecer no es mi mejor perfil. A quién voy a culpar ahora ¿El tipo se me parece? ¿Importa? Algo sí. Orgullo no me falta. Tengo una pregunta: qué hará el tiempo con nuestras esculturas efímeras que desde hoy subimos al estante más alto del placard. Compartiré con la camiseta de fútbol y el polvo de años una vista privilegiada de tu cama y unos recuerdos incompletos. Y dejaré el tango antes que se me acaben las reservas y termine por devorarme a mi mismo. Sabes cómo son esos viejos.
Ahora es tiempo de espacios, de correr los muebles, de acomodar los libros que convoquen espíritus contemplativos y generosos. Llegó la solución que esperábamos. Ya no tenemos el problema. Aunque me fascinó escucharte decir: tenemos un problema, hermoso. Ahora que se que te amo, que te siento carne, que te imploro ayuda, tengo en mi mano el numero que me falta marcar. Me falta uno. Y no voy a llamarte. Pero ¿sabes que dijo Julio mientras tanto? Y que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad.