alejarse
La noche y la ruta se inventaron en el mismo instante. La misma línea blanca, las estrellas inalcanzables, el destino inalcanzable, los elementos que confabulan en esta huída. Estoy tan solo, y la radio me escupe más recuerdos de los que puedo esquivar. Quizás debí haber escuchado, quizás uno se cansa de escuchar. Con el tanque lleno el auto se ha vuelto un monótono esclavo, y las horas, esas que tenían sentido mientras no se había hecho tarde, ahora son solo cosquillas y un leve dolor en la espalda.
Pensé que iba a llorarte, pensé que iba a extrañarte. Pensé tanto que estoy tan harto. Lo mejor es el rumbo y perderse, la distancia, y pensar que lo peor está atrás y que acelerando uno lograr ir mejorando. Ni pienso en llorarte, pienso en un cuarto de hotel y en un vaso de whisky y seguir agrandando la distancia.
La ruta no tiene curvas, la ruta no tiene peligro, la ruta no tiene tu olor, la ruta te lleva y no va a traerte de vuelta, la ruta no entiende de traiciones, ni de dolor. La ruta es una estúpida esperanza en la vida de los perdedores. La luna acompaña pero no se deja ver, las estrellas empuñan mensajes inútiles. No se leerlos. No pienso en nada, solo en acelerar. La noche se estira, en mi cabeza hay sedientos espacios vacíos. Es a eso que le temo. Harto, aburrido, ofuscado. La rutina es un certero ataque a mi corazón. Los latidos descendieron, los oigo chirriar, arrastrándose deshidratados y mirándome con reproche por haberlos dejado congelarse.
Abro la ventanilla y saco mi cabeza. La música se hizo confusa, dejo volar mi cigarrillo y lo veo rebotar en el retrovisor y el asfalto, naranja de chispas, saltando agonizante pero contento de haberse alejado de mi. Parece como si todo lo que necesitara revivir decidiera alejarse, dejarme. El viento me arranca lagrimas, trato de gritar y la boca se me llena de aire. Manejo adelante mirando ciego como todo lo que sigue es igual a lo que ya pasó. Tu nombre en mi grito se desdibuja y suena como la música, distinto. Hermosamente distinto. Hay sombras y no acechan, hay caminos y no son para perderse, hay nuevas puertas y no hay culpa. Allá a donde voy la culpa no es todo, no es todo. La noche y la ruta se inventaron en el mismo instante. Y las soluciones pueden también llegar a tiempo.
Pensé que iba a llorarte, pensé que iba a extrañarte. Pensé tanto que estoy tan harto. Lo mejor es el rumbo y perderse, la distancia, y pensar que lo peor está atrás y que acelerando uno lograr ir mejorando. Ni pienso en llorarte, pienso en un cuarto de hotel y en un vaso de whisky y seguir agrandando la distancia.
La ruta no tiene curvas, la ruta no tiene peligro, la ruta no tiene tu olor, la ruta te lleva y no va a traerte de vuelta, la ruta no entiende de traiciones, ni de dolor. La ruta es una estúpida esperanza en la vida de los perdedores. La luna acompaña pero no se deja ver, las estrellas empuñan mensajes inútiles. No se leerlos. No pienso en nada, solo en acelerar. La noche se estira, en mi cabeza hay sedientos espacios vacíos. Es a eso que le temo. Harto, aburrido, ofuscado. La rutina es un certero ataque a mi corazón. Los latidos descendieron, los oigo chirriar, arrastrándose deshidratados y mirándome con reproche por haberlos dejado congelarse.
Abro la ventanilla y saco mi cabeza. La música se hizo confusa, dejo volar mi cigarrillo y lo veo rebotar en el retrovisor y el asfalto, naranja de chispas, saltando agonizante pero contento de haberse alejado de mi. Parece como si todo lo que necesitara revivir decidiera alejarse, dejarme. El viento me arranca lagrimas, trato de gritar y la boca se me llena de aire. Manejo adelante mirando ciego como todo lo que sigue es igual a lo que ya pasó. Tu nombre en mi grito se desdibuja y suena como la música, distinto. Hermosamente distinto. Hay sombras y no acechan, hay caminos y no son para perderse, hay nuevas puertas y no hay culpa. Allá a donde voy la culpa no es todo, no es todo. La noche y la ruta se inventaron en el mismo instante. Y las soluciones pueden también llegar a tiempo.