Diesel


Silbaban. Te juro, nunca había escuchado algo así. Entonces esta campana se rajó. ¿Qué querías? Sí, agarré el subte y a la mierda. Ahora subo los escalones, de dos en dos, de tres en tres. La remera se me llena de aire, la basura vuela, hay tanto viento. ¿Es eterna esta escalera? ¿Porqué tuviste que hacerlo?
Es una noche confusa, todo oscuro. Mi cabeza está demasiado enferma para pensar bien pero aún tengo claro lo del apuro, quiero decir, estoy corriendo y todavía sé porqué corro. Miro arriba, a la superficie, por entre mis pelos que cuelgan y bailan con ritmo de cumbia, subo, es cierto, pero es como si me faltaran horas para llegar arriba. El subte me dejó y se fué haciendo temblar los deditos de mis pies. Después, silencio, un silencio raro, como si alguien estuviera por atraparme.
Estación Pueyrredón. Ahora nadie sabe, corro, y es por eso que me miran, sólo porque corro y es raro ver correr así a una chica, pero yo sé correr, corro bien, no como otras. Eso sí, tengo que tranquilizarme, ellos no saben de vos, nadie sabe de vos. Corro y mis pechos saltan, me duelen, y estos escalones de mierda que no se terminan, y transpiro como loca, y no entiendo nada. Ya no quiero estar así, me jode, no me gusta fumar esa mierda, a mí dejame con el porro, es un poco más caro ya sé, pero hace rato somos amiguitos. Ahora, así colgada no sé cómo voy a hacer para llegar al diesel. Gotas de transpiración y voces que vienen de arriba se confunden con gritos, gritos de tipos raros que se mezclan con los tuyos dentro de mi cabeza, parezco loca, ya sé. Esta vez no te salvaste, lo presiento, apuesto lo que quieras, te oí gritar, caías, ruido a ropa pesada y ese cuerpo era tuyo, estoy segura, y los silbidos de las balas, y el loquito ése, el más pendejo, cueteando para todos lados. Corro más rápido ahora y no sé si es para que no me alcance la cana de mierda o tu recuerdo. La escalera termina, miro adelante y algo me espera, algo malo, y atrás la boca del subte con sus dientes filosos. No puedo esperarte, conozco cómo se comunican entre ellos, no soy tontita, cada vez son más, escapar, sí, escapar, cuanto antes, cuatro cuadras no es mucho, puedo hacerlo, el diesel, no sé, subirme y que me lleve a la mierda, seguir hasta que alguien me baje, nos baje. No me acostumbro a hablar de dos sin vos, sabés, pero ya no pude esperarte, perdoname, tuve que rajar. ¿Qué querés que haga ahora, boludo de mierda? Me pregunto quién carajo te calentó la cabeza, de dónde sacaste esa idea pelotuda, que va a ser fácil, que hay transa, que es zona liberada, dijiste, y nos salvamos, dijiste.
Y nos salvamos.
Mirá vos.
Piramos para Uruguay, a la concha de la lora y a empezar de nuevo. Iluso. Iluso y pelotudo. ¿Sabes cómo te van a llorar en la villa? No sé ahora quién les va a llevar lo que vos le llevabas, ni pensar quiero. Tengo una comparsa en la cabeza, me falta el aire. Te odio, y me lo repito seguido para sentirme mejor. Seguro, ahora ellos van a subir esas escaleras de ahí atrás, y me van a agarrar, y otra vez adentro y no puedo volver a entrar, ahí sí me suicido. Mis piernas quieren piedad, tengo en los oídos retumbando los cuetazos como si no pudieran salir de mi cabeza, rebotando de una pared a la otra, de un oído al otro. Claro, sí está vacío ahí dentro, dirías, y yo meta risa, tenés razón, pero adentro de la tuya tampoco hay mucho, de paso.
Te bajaron, sí, seguro, te escuché, mierda, ¿quién los llamó?, ¿justo hoy tenían que llegar tan rápido? Doblo la esquina, Pueyrredón y Corrientes, agarro Pueyrredón, la basura vuela, los gritos no son lo que pensaba, son vendedores. Dos viejos me señalan, se cruzan en mi camino, se ríen, los empujo, se burlan de mis tetas que saltan. Me quieren tocar. Una pareja mira zapatillas en una vidriera, por el precio, deberían estar en cajas fuertes más que en vidrieras, son como las Nike que vos les llevastes a los pibes. Las luces se apagan, los giles ponen candados, eligen llaves, atan cadenas, charlan, los miro a los ojos tratando de encontrar ahí algo que se parezca a la angustia que llevo pegada y no veo nada. Son caras cansadas, pero felices y me miran con lástima. Sí, no me preguntes cómo lo sé, así piensa mi cabeza, te juro, todo es negro. Debe ser la pasta, te dije, no me hagas fumar eso, pero vos, terco... Bueno, ya ves, la cagamos por no hacerme caso.
Los colectivos me aturden, alguien me putea como si lo hubiera asustado. Ni vos ni ellos me persiguen pero tengo en la punta de la cabeza una inundación, y tengo que llegar antes del cuelgue, si no ya fué. La comparsa que escuchaba, ahora cualquiera puede escucharla, ya no es sólo mía, golpea, golpea, se vuelca, el sonido rebalsa mi cabeza, se vuelca por mis ojos, por mis pestañas. Ya fué. Nos metimos en algo malo, los miro pero nadie se entera, alguien tendría que avisarles, están viniendo para llevarnos a todos.
Ya veo la estación, está sola y triste, parece mala con esas. paredes sucias, las columnas viejas, los huequitos llenos de murciélagos y ratas. Te odio. Tengo un miedo que me muero. Protegernos... Que diferente podría haber sido todo. El piso tiembla, hay nubes negras de calor, salen de las rejas del subte, se mueven de reja en reja, por el asfalto vuelan diarios rotos. No sabés cómo te odio nene, y sabés porqué te lo digo: no tenías derecho a dejarnos solos.
Ya fué, cruzo. A un tachero algo le pasa conmigo, y yo como si tuviera auriculares, no escucho, no veo, no coordino. De golpe miro mis piernas y veo un pulpo que me mira fijo con los ojitos así, chiquitos. Dos pibes meten alambre en un teléfono, los miro, me saludan, me conocen, cinco o seis mujeres anudan cartones, también me conocen. Lo primero que voy a hacer es hablar con los otros pibes, ellos saben todo, qué otra cosa querés que haga, no voy a ir a la cana, ni a preguntarles a esos otros giles, qué saben. ¿Mi casa? ¡Olvidate! Ojalá se mueran. A la villa tampoco voy a volver.
Todavía escucho esa cumbia maldita, nuestra cumbia, la cumbia que querías escuchar ese día. Suena tonto que en un lugar tan fino se escuche cumbia, pero ya sabés cómo son los ricos esos, ¿pero justo esa cumbia? Por más que me la trate de sacar de la cabeza, me suena y me suena, parece que me tragué un pasadiscos a monedas, te digo que soy capaz de gastarme cada moneda del bolsillo con tal de escucharla.
Va a llover. Se siente el olor a tierra mojada y las hormigas se chocan como tontas, ciegas y apuradas, es hermoso ese olor, tierra mojada, como allá, ¿te acordás? Me zumban los oídos, estás diciéndome algo, seguro, prevenirme, siempre estuviste ahí para cuidarme, es por los turros esos escondidos por acá, ¿no? Les siento el olor. Tengo recuerdos raros, locos, y escuchá porque sólo vos podés entenderlos: viernes a la madrugada, amanece, vamos borrachos pateando piedras al costado de la ruta, volviendo, la música del boliche retumba atrás, medio lejos ya, nos vamos, los oídos zumban por eso me acordé, tu mano juega con la mía, no te conocía así, digo tantos años de verte en la villa, las cosas que me decías cuando pasaba, guarangadas, de lejos, porque cuando pasaba por al lado y te miraba, bien que te hacías el boludo. Tu paso de cumbia, no sabés lo que me divierte verte bailar con ese paso tan raro que hacés, parecés una iguana, una iguana payasa. Te sentía a través de tus deditos, y hasta me dejaste en casa, caminamos como cincuenta cuadras entre casas de ricos, los buches nos miraban, no quería llegar nunca. No te puedo dejar así para que tu viejo te mate, me dijiste, sos chica negrita, mirate la pinta, no te los pongas en contra, ya cuando cumplas los 18 va a ser distinto. Sí, fijate, qué razón tenías, todavía no tengo 18 y ya hace más de dos años que no vivo más en casa, ni cinco me dan, ni les importaba que viniera ni que me fuera, ni que llegara borracha o colgada, ni que quedara preñada, ni que me lo sacara, ni que me hiciera puta, ni que afanara, ni que palmara. Qué te iba a andar contando esas cosas de la familia, vos, tan dulce y ellos tan mierda. Tenés razón, te dije, me acuerdo, caminemos un rato más, ya se me pasa, y se me doblaban las patas mientras te lo decía. Lo único que quería era estar más tiempo agarrada fuerte de tu mano y que me llevaras a donde sea, hasta donde lo lindo no se terminara nunca.
Caen las primeras gotas, son tan finitas, tan pobres que el viento ni las deja tocar el suelo. Cruzo otra calle sin mirar, total estoy jugada, la patrulla, enfrente, me miran, me persiguen con esas luces azules horribles, me hago la cansada, estoy cansada, camino, soy la más calmada del mundo, finjo, ¿entendés?. Ya fue, llego bien, faltan dos cuadras nada más, hago pasos más lentos, al revés de mi corazón que galopa, como loco está, me doy manija y me vuelve loca no poder parar. Sabés qué, me muero porque tus manos me agarren de sorpresa por atrás, y que me digas que corra, que no pare, que nos persiguen, que los tenemos casi encima, esos putos, que todo está bien igual, que hay que ser rápidos, y vivos, así sí nos salvamos, que te pesan las billeteras con olor a cuero de turista y a restaurant de rico, que vamos a comprar de todo con esa guita, pienso en polleras y pinturas nuevas, que qué boluda soy sí para Uruguay hay que agarrar para el otro lado, no importa, dale, seguí negrita, corramos, tomemos el diesel, vámonos a la recontramierda. Pero tus manos no aparecen.
Dale aparecé, dale, hermoso. ¿Dónde estás?
Por favor te lo pido, no me dejes sola...
No. Ni mi desesperación te trae, y me niego a mirar atrás, a darme vuelta. No siento tus pasos ruidosos, tus botas contra las baldosas y ese ruido que no escucho es una púa, un vidrio filoso cortándome la panza. Voy a vomitar, es por todas esas caras que me miran. Estoy ojeada. Casi empiezo a correr de nuevo, una alarma en mi pecho me lo pide, me lo ordena, me niego, hay dos cosas que me atan, esperarte -aunque no tenga sentido- y la cana, enfrente. Esperarte es la muerte y lo sé, pero soy media tontita. Problema tuyo si no creés en Gilda, yo sí. La ley ni se entera que corro por lo que corro, y además son todos gordos putos. Las líneas de las baldosas se me cruzan, no es una buena señal. Si voy a desmayarme que sea en el diesel por favor, sólo eso te pido, Gildita. El resto que sea lo que la Virgen mande. Se me aparecen mis hermanos con sólo pensarlos. Los veo, claro, a todos, al Lalo, al Ramón, a la Lilita, a la brujita petisa, veo sus caritas, esos ojos que me hablan, pobrecitos, ellos me dan fuerza ahora, esta fuerza, desde casa, de la calle, de donde estén, no sé cómo pero están. Sé que entendés, será la Virgen que nos mantiene unidos, Dios no nos dio padres pero nos recomendó a ella y yo, porque sé que es mi responsabilidad, les hablé a los cinco y los fui convenciendo, hablando, palabra a palabra, por lo menos tenemos algo, algo, alguien que nos cuida, en serio, y fueron muchas las cosas que pasamos, no hace falta que te cuente.
No aguanto más, la lluvia, los primeros gotones, las carreras de la gente, los toldos gordos golpeando con fuerza el aire, los truenos, los relámpagos al final de la avenida, el cielo rojo en honor a vos, por eso corro, corro y las palabras se me escapan solas de la boca, la gente me mira, no entienden a quién le hablo, tiro lo que tengo, el buzo, el collar, anillos, pulseritas, de golpe todo me pesa, no puedo cargarlo, me largo, me tiro a la avenida como si fuera la más linda y celeste pileta del mundo, un viento me zumba de golpe, cerca de mi cara y luego se va, así como si nada, apurado, viene otro viento, y otro más, ¿los vientos me esquivan? ¿el viento esquiva?, hablo con la Virgen, las líneas se cruzan y se pelean por guiar mis pasos, la lluvia ya me moja, ya es una lluvia respetable, ella no me esquiva y le doy gracias, por todas partes hay luces amarillas titilando, volcándose y convirtiéndose en largas rayas que terminan enredadas con las rayas de las baldosas, formando nudos raros que quedan tirados en el piso. Si te deja tranquilo, te miento y te digo que todo está bien, que me falta sólo llegar a la vereda, hacer media cuadra, entrar por el jol central de la estación y llegar al andén 7 a tiempo para subir al diesel. El tema es que ya no estoy tan segura que pueda mentirte, que sirva de algo mentirte. Se puso puto todo, ya fue, no importa, me tengo que acordar de lo tercos que somos y todo estará bien. Bien, bien, bien...
No sé Virgen Santa, disculpame, no sé si es tu voz o la mía, o son mis hermanos, o él que ya morió. La puta, qué acompañada estoy, y yo que tenía miedo de quedarme sola. ¡Cuidado!, alguien grita, algo debe pasar, si pudiera abrir más los ojos y ver, vos seguí así Virgen Santa que vamos bien, seguro se están dando cuenta, ¡era hora! Hay que matar a todos los mierdas esos y después todos al diesel, y a la concha de la lora, y que nos busquen si quieren. Tropiezo, debe ser el cordón eso duro y largo, mis tobillos se hunden de golpe, la lluvia ya es diluvio, casi llega al cordón, cosas chicas me golpean, bajo el agua, rebotan en mis pies y después siguen nadando. No te va a sonar bien esto, el piso se pone arriba de mi cabeza, más vientos me rozan, alguien me toma de las manos y me arrastra, me tira de cara a la alcantarilla, me resisto, pero no, me tira en la vereda y se queda mirándome como un veterinario mira a un perro callejero recién atropellado, una música suena bien cerca, hay parlantes pegados a mi oreja ¿o están adentro? y también me miran con un gran ojo plateado. "Hay algo irresistible tras esos ojitos tuyos", me dice una voz que escuché en la villa, y en la ruta, y a dos locos cantando borrachos. Ya no sé a quién creerle, el hombre que me arrastró también me habla, sus palabras son extrañas, sonidos sin sentido, me paro, trato de dejar de hablar o, aunque sea, de retomar el control de lo que digo, casi ya ni entiendo mis propias palabras. Gracias, quiero decir, y rajar, pero mi voz me da miedo, se parece cada vez más a... no sé a qué, ¿a un perro? ¿a la tierra? El olor a tierra ya es gusto a tierra, todo está mal, los de la gorra se acercan, todo se derrumba dentro mío, y hasta ese ruido siento, como a trueno, te juro, perdoname nene, perdón, tuve que rajar, Virgen Santa,
per
do
na
nos.
Es el jol, las luces altas, amarillas, las reconozco, las máquinas de boletos, los vendedores y los pungas, los tipos echados sobre el mostrador con callos en los codos, los baldosones rojos, el viejo del micrófono. ¡No puedo creerlo! No lo logré sola, estoy bien segurita, tropiezo cada tres pasos, parece a propósito, me despego del pecho la remera empapada, la verguenza me levanta calores, sombras oscuras me miran, parezco Jesucito cargando la cruz y ellos, los romanos que gritan, se ríen, y me escupen, me tocan. Perdón Vir... La lluvia golpea fuerte contra las chapas del techo y ya no escucho otra cosa, ahí se va mi único sentido sano, te odio, lo digo y no se por qué lo digo, lo grito, lo grito más alto que la lluvia, que las chapas, que mamáááááá, más fuerte que el brillo de las placas de los turros que me están mirando, los siento, por sobre los romanos, y los soldados, por sobre estas pobres rodillas que ya no me sostienen, y todas mis fuerzas se van con ese grito, se me dobla la espalda, el dolor es insoportable. Date cuenta, nene, cuando mucha gente te mira fijo y en silencio es que algo terrible te pasa.
Y algo terrible pasa, me doy cuenta que ya no hay ruidos, hasta la lluvia hace silencio. Decime mentirosa, si querés, pero te lo juro por la Virgen que para mí no es sorpresa, lo sabía, en serio, lo sabía, el agua sube, el piso se inunda, ¿vieron que algo estaba por pasar?, trato de decirles, pero ya no me escuchan, no me miran, todos, los romanos, la poli, los mirones, los de los callos, todos miran al otro lado, hacia la luz, ya no soy nadie para ellos. Es la Virgen, te lo dije. Llegó.

El viejo del micrófono dice que el tren está por salir, el motor del diesel es casi tan lindo como nuestra cumbia, y está despertando.